21 de Enero
Por Gala Vicente

Este clásico de culto es una sátira brillante que se ríe en la cara de los estereotipos de género y la rigidez de las normas sociales, todo mientras nos envuelve en una explosión de color y estilo único.
Lo primero que nos llama la atención es su colorimetría. Los encuadres de la película están saturados de tonos rosas, azules y verdes pastel, creando un universo estético que parece sacado de una casa de muñecas. Este diseño visual tan “girly” y exagerado no solo es hermoso visualmente, sino que también funciona como un comentario irónico sobre la idea de encajar en lo que se espera de “ser mujer” o “ser hombre”. Cada escena está cuidadosamente construida para reforzar esta dicotomía, con una simetría que recuerda a los mundos artificiales de Wes Anderson, pero con una actitud mucho más punk.

La trama sigue a Megan (Lyonne), una porrista perfecta que es enviada a un campamento de conversión gay porque sus padres sospechan que podría ser lesbiana. En este centro, hombres y mujeres son forzados a encajar en estereotipos extremos: las mujeres aprenden a cocinar y cuidar bebés, mientras que los hombres practican deportes. A través de este escenario absurdo, la película expone lo ridículo de intentar forzar a las personas a ser algo que no son.

Lo que realmente brilla en But I'm a Cheerleader es su tono satírico. Aunque trata un tema serio como la homofobia y los campamentos de conversión, lo hace con humor negro y un guion que nunca pierde de vista su mensaje. Los personajes están construidos como caricaturas de los estereotipos de género, lo que les da un aire hilarante y a la vez profundamente crítico.
Natasha Lyonne es perfecta como Megan, dándole al personaje una mezcla de ingenuidad y determinación que hace imposible no amarla. Y, por supuesto, el romance entre Megan y Graham (Clea DuVall) que se desarrolla en la película es tan dulce como revolucionario para su época.







But I'm a Cheerleader no solo es una joya visual, sino también un golpe directo a las normas tradicionales, envuelto en una capa de humor y estilo inigualable.