29 de Mayo, 2025
Por Gala Vicente
El 16 de enero de 2025 perdimos a uno de los grandes del cine. David Lynch, creador de mundos increíbles y profundamente personales. Para quienes crecimos admirando su universo, su partida dejó un vacío difícil de llenar. Pero lo que no imaginábamos era que, meses después, ese universo tan único, tan íntimo, iba a ser seleccionado y puesto a la venta.
Más de 450 objetos personales de Lynch, desde cámaras y bocetos, hasta sus tazas, anteojos, electrodomésticos y guitarras, se subastan esta semana a través de Julien’s Auctions, en colaboración con Turner Classic Movies. No se trata solo de memorabilia de sus películas (como el icónico telón rojo de Twin Peaks, un menú del diner de Mulholland Drive o su propia copia en 35mm de Eraserhead), sino de elementos personales: libros, herramientas, sillones, tazas, cámaras, objetos que respiraron con él en el día a día. Se venden también guiones de proyectos que nunca llegó a concretar, como Ronnie Rocket y The Dream of the Bovine, ideas que quedaron en pausa.

Entendemos el valor que pueden tener estos objetos para fans y coleccionistas. Lynch no solo fue un cineasta, fue artista plástico, músico, diseñador y mucho mas. Pero también era un ser humano que eligió vivir con discreción. Y ver cómo su mundo se vende de forma tan comercial, sin contexto ni curaduría emocional, nos entristece profundamente.
¿Deberíamos estar celebrando la posibilidad de tener cerca una pieza suya, o lamentando que lo más íntimo de un creador pueda convertirse en un simple lote más de una subasta online?  Nos duele, como admiradoras, ver reducido a etiquetas y precios todo aquello que formaba parte de su cotidianeidad. Ver su taza al lado de un número. Ver los restos de su arte disgregados, sin la poesía ni el misterio que él le daba a todo.
Quizás hubiera sido más justo que su archivo se preservara en una fundación, en un espacio que permitiera estudiar, honrar y comprender su legado desde un lugar sensible y respetuoso. No desde el mercado.
Porque si hay algo que nos enseñó Lynch, es que la belleza está en los detalles, en lo invisible, en lo que no se vende.

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