19 de Junio, 2025
Por Lara Castillo

Wes Anderson no cambió, pero algo en esta película se siente diferente. No es solo una excusa para mostrar encuadres lindos ni un desfile de actores famosos. Acá hay algo más raro, más íntimo, más incómodo.
Benicio del Toro interpreta a un empresario tan grandioso como patético, atrapado en un proyecto absurdo que parece importante solo para él. Su hija, una monja sin fe, observa todo desde lejos, como si esperara que el mundo se derrumbe con elegancia.
La película no intenta agradar. No grita su mensaje. Simplemente lo deja ahí, flotando entre escenas estáticas, y conversaciones que parecen no llevar a ningún lado… hasta que lo hacen.
Benicio del Toro interpreta a un empresario tan grandioso como patético, atrapado en un proyecto absurdo que parece importante solo para él. Su hija, una monja sin fe, observa todo desde lejos, como si esperara que el mundo se derrumbe con elegancia.
La película no intenta agradar. No grita su mensaje. Simplemente lo deja ahí, flotando entre escenas estáticas, y conversaciones que parecen no llevar a ningún lado… hasta que lo hacen.