29 de Marzo, 2025
Por Gala Vicente

David Lynch nos sumerge en un universo de paranoia e identidades difusas con Lost Highway, una de sus películas más enigmáticas y perturbadoras. Desde el primer minuto, el director nos arrastra a un thriller psicológico donde el tiempo se pliega sobre sí mismo y la lógica se desmorona.
La historia sigue a Fred Madison, un saxofonista que empieza a recibir misteriosas cintas de video en las que se ve a sí mismo dentro de su propia casa. A partir de ahí, Lynch juega con la mente del espectador a través de una narrativa fragmentada y personajes que parecen deslizarse entre distintas realidades.
La historia sigue a Fred Madison, un saxofonista que empieza a recibir misteriosas cintas de video en las que se ve a sí mismo dentro de su propia casa. A partir de ahí, Lynch juega con la mente del espectador a través de una narrativa fragmentada y personajes que parecen deslizarse entre distintas realidades.






Uno de los aspectos más fascinantes de la película es su fotografía, a cargo de Peter Deming. Con una paleta oscura y contrastes agresivos entre luces y sombras, la imagen refuerza la sensación de inquietud y extrañeza. Los espacios se sienten opresivos, como si escondieran secretos en cada rincón, y los rostros a menudo emergen de la penumbra de forma espectral. Lynch utiliza encuadres inusuales y tomas largas para sumergirnos en una atmósfera hipnótica, donde la tensión se construye de manera casi imperceptible hasta explotar en momentos de terror puro.
La banda sonora, con Nine Inch Nails, David Bowie y la inquietante música de Angelo Badalamenti, amplifica esta sensación de pesadilla. Lost Highway no es solo una película, es una experiencia sensorial que nos atrapa en su lógica onírica y nos deja con más preguntas que respuestas. Una obra maestra del cine surrealista que demuestra por qué Lynch fue y va a ser el mejor en jugar con nuestra percepción de la realidad.
La banda sonora, con Nine Inch Nails, David Bowie y la inquietante música de Angelo Badalamenti, amplifica esta sensación de pesadilla. Lost Highway no es solo una película, es una experiencia sensorial que nos atrapa en su lógica onírica y nos deja con más preguntas que respuestas. Una obra maestra del cine surrealista que demuestra por qué Lynch fue y va a ser el mejor en jugar con nuestra percepción de la realidad.